OSAKA BB

El último día en Osaka estábamos al pedísimo. Mal. Habíamos calculado que ya que era más «grande» que Kyoto íbamos a tener bocha de cosas para hacer pero no era el caso, y solamente nos quedaban dos lugares por visitar.

El día siguiente salíamos para Corea así que dijimos «fue, usemos las monedas en el laundry», y lavamos la ropa. Mientras tanto fuimos al Grand Font Osaka (el shopping de la estación) para comprar algo de desayuno. A ésta altura habíamos descubierto que Japón tenía bocha de snacks dulces copadísimos pero había pocos salados, así fuimos a Starbucks y pedimos algo de queso pero que terminó siendo una especie de cheese danish (boludos nosotros que esperábamos no sé, un chipá). Cuando volvimos sacamos la ropa de la secadora pero recién cuando llegamos al cuarto caímos en que no teníamos donde colgarla, así que tuvimos que usar unas perchas que había por ahí y armamos un tender con valijas y paraguas.

Con todo colgado, salimos a pasear. El primer destino fue el castillo de Osaka.

Como todo castillo japones, el de Osaka es un predio con varios jardines, rosedales, fosas y hasta casa de té, que recomiendan especialmente para ver el hanami en Abril/Mayo, completo con show de taiko (tambores japoneses). También hay varios puestos de streetfood, y aprovechamos para probar una de las especialidades locales, el takoyayi, unas bolitas de harina de trigo con trozos de pulpo servidas con salsa agridulce, mayonesa, aonori y katsuobushi (hojuelas de bonito), y tomamos helado de matcha.

Pero al castillo de Osaka no sólo se va a comer. Este es probablemente el lugar donde más aprendimos sobre la historia de Nihon. El museo que ocupa el edificio principal está dedicado específicamente del periodo de unificación de Japon, con una exhibición permanente de armaduras samurai, pergaminos e ilustraciones que detallan las batallas más importantes de la época y maquetas recreativas de las mismas, y el recorrido termina en el mirador de la planta superior con una vista increíble de los jardines del castillo, la ciudad, y las rocas a su pie, en la que según las leyendas se manifiestan espíritus de tigres y dragones cuando llueve.

Instruidos y bien comidos, partimos hacia Tenma, un distrito hiper comercial que alberga la shopping street más larga del mundo y está llena de arcades entre tiendas de ropa, farmacia, cafés y herboristerías, con locales mucho más tradicionales que los que se pueden encontrar en Namba and Shinsaibashi. También encontramos acá el santuario Osaka Tenmangu, dedicado a la deidad de la erudición Sugawara Michizane, así que en época de exámenes se llena de estudiantes que van a pedir por buenas notas.

Pero lo mejor viene de noche, cuando las linternas de las calles traseras se encienden y las convierte en un laberinto lleno de bares y restaurantes popularmente conocido como Ura-Tenma. Este lugar se pone fuerte, con bocha de locales que salen de after-office, y si bien las opciones sobran, nosotros ya teníamos nuestro destino: Beer Belly, recomendadísimo por el cantinero irlandés que conocimos en Kyoto.

Nos encontramos con un lugar , un dive bar oscuro con una cantidad de birras irrisoria, que pedimos de un menú solo apto para locales con la ayuda del barman. También comimos, pero entre tantas pintas solo recuerdo un pan de ajo con paté de pato increíble que Sole no pudo terminar porque le daba lástima.

Siendo nuestra última noche en Osaka y también la última noche en Japón por unos días, brindamos varias veces, y volvimos palmadísimos al hostel, a cerrar las valijas para irnos a Jeju.

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